lunes, 1 de noviembre de 2010

Crítica: Solomon Kane Cazador de demonios. Una mezcla singular de oscurantismo y fantasía.


Solomon Kane (James Purefoy) es un hombre que habiendo abandonado su familia de origen noble se ha convertido en un verdadero mercenario y el mejor guerrero, violento y cruel. Pero un día irrumpe en un oscuro castillo donde luego de perder a casi todos sus hombres se le revela lo peor: el mismísimo demonio reclama su alma. Solomon logra huir, en ese entonces, y promete enderezar su vida para remediar semejante persecución, pero la oscuridad ha tomado la Tierra y se expande ferozmente llamándolo a la lucha.
Michael J. Basset se sirve de un personaje creado por Robert E. Howard, aquel que nos contara sobre Conan el bárbaro por ejemplo, y nos lleva con un presupuesto que dicen fue tan escaso como un film independiente por una historia que no será la más original del mundo pero es ciertamente entretenida y muy bien lograda. Son esos films oscuros que remedan un poco a lo más negro de El señor de los Anillos, con peleas que el mismo Van Helsing envidiaría y con una puesta en escena y unos efectos bastante bien logrados para un film de bajos recursos.
La historia atrapa desde el primer momento, es dinámica y llevadera con escenas llenas de adrenalina y terror. Guarda momentos que a más de un desprevenido hará saltar de la butaca y no da descanso a la acción. En ningún momento se achata, no hay mesetas argumentales aunque sí algún que otro bache que se agradecería de haberse explicado mejor, como el supuesto trato que entabla con el demonio que luego lo reclama.

También podría criticarsele algunas revelaciones finales un tanto previsibles y melodramáticas, pero lo cierto es que el espectador terminará pasando por alto estos detalles en servicio de una satisfactoria muestra de gran despliegue fantástico. Es que en Solomon Kane no hay lugar para haditas ni magos edulcorados, la historia se planta sólidamente oscura y violenta en un época post medieval donde la espada es un arma cotidiana y todo es a matar o morir.
Cabe destacar que es un film que superó mis espectativas desde lo musical y desde la fotografía, cuestiones que salvo por alguna que otra trilogía evidente, no suele destacarse en este tipo de películas. Las actuaciones también son correctas y ya me asombra el parecido físico que en este film lleva Purefoy con Hackman, que hasta podría haberselo convocado y quizá el film hubiera sumado más puntos aún.
Solomon Kane está pensada para formar por supuesto una trilogía, algo que el final nos adelanta de alguna manera. Después de todo los relatos de Kane originales son varios, aparecieron en las páginas de la revista Weird Tales. El primer relato que Howard dedicó al personaje llevaba por título Sombras rojas (Red Shadows), y fue publicado en agosto de 1928. El último relato protagonizado por Kane fue Alas en la noche (Wings in the Night), que Weird Tales incluyó en su número de julio de 1932.

No hay que ahondar demasiado para encontrarle a la historia la típica dicotomía del bien y del mal en enterna lucha, pero lo bueno es el personaje principal, un tipo duro, carcomido por las culpas, peleado con Dios y por ende con una fuerte crisis existencial. No por ello diríamos que es un film profundo pero muchas de las líneas de diálogo poseen buenas referencias cristianas y planteamientos que agregan sensibilidad y algo de profundidad a algo que podría ser meramente "de acción". Uno podría encontrar algunas lecturas importantes como aquella obvia en que nos pone a pensar que el verdadero demonio se encuentra en uno mismo, que la expiación del alma se lleva a cabo desde casa, que todo acaba donde empezó. Pero ciertamente hay que recurrir a la sala de cine con la expectativa que ante todo se verá un film entretenido, pochoclero o palomitero, con buena dosis de acción, buenas peleas y un entorno visual bastante sólido. Para ver en pantalla grande sin dudas.


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