Ahora entiendo por qué desde que Juan José Campanella leyera "La pregunta de sus ojos" de Eduardo Sacheri, no hubiera parado hasta conseguir los derechos por llevarla a la pantalla grande. Que El secreto de sus ojos tenga un éxito descomunal, que no sólo ese éxito sea en recaudaciones superando a directores de culto como Tarantino, sino que además barrió con el prejuicio de los palurdos de siempre que denostan del cine nacional tiene una justificación muy grande: el film está lleno de aciertos. Pero vamos por partes, porque con el caudal de cosas que yo llevaba encima a la hora de verla, ya me imaginaba saliendo del cine despotricando contra todos los que la alababan; pero no... mis altas expectativas no sólo se cumplieron sino que se superaron.
El argumento:
Creo que a esta altura todos saben de qué se trata. Un reciente jubilado de tribunales, Benjamin Espósito, en la piel de Ricardo "el rey" Darín, aprovecha su tiempo libre para embarcarse en la escritura de esa novela que siempre quiso escribir. Entre idas y venidas de superar la página en blanco recurre a uno de los casos que le marcó la vida: el asesinato precedido de violación de una joven. El acercamiento al marido de la víctima (Pablo Rago) le había removido demasiadas cosas dentro, no podía creer el amor que destilara ese hombre desolado por la pérdida y no podía dejar de lado la resolución del caso tratando de superar las insoportables leyes de la burocracia argentina y las impunidades de una época a las puertas de la dictadura.
La narrativa que vuela entre la década del '70 y el presente de Benjamín, es increíblemente atractiva. Se nos cuentan historias que se abren en un abanico que sólo con los últimos 5 minutos finales cierran a la perfección; y esos incontables finales que muchos le critican al film tienen su porqué. Todo cierra y se completa un círculo donde cada escena se plasma con evidente razonamiento. El argumento entonces es el primer acierto del film. Atrae, envuelve al espectador, lo divierte tanto como lo angustia y lo sorprende. Es en este punto donde, así como ocurriera en "Nueve reinas" el espectador no le queda otra que largar esa exclamación final: ¡Qué peliculón!. No le falta nada, comedia, romance, drama, thriller. Todo el combo bien organizado y pulcramente elaborado.
Las actuaciones:
Que Darín sea garantía de genialidad ya lo sabemos. Es uno de esos actores que no sólo se lo quiere por su irresistible profesionalidad, sino además porque no he visto entrevista, u oído comentarios donde no se destaque su simpatía, su buen humor, su eterna generosa buena predisposición. Pero el film tiene otro enorme acierto y es que Darín, que muchas veces ensombrece con su grandeza al resto del reparto, en esta oportunidad es una pieza más de un enorme ajedrez donde todos, sí todos, tienen una participación esencial, genial y perfectamente identificable. Las actuaciones son sorprendentes hasta en el más secundario de los pesonajes; y por supuesto las revelaciones inimaginables de personajes típicos de la comedia argentina como Guillermo Franchella y José Luis Gioia dejan pasmados. Ya que a Franchella se le haya quitado el bigote tan suyo, tan identificatorio, se le haya peinado como se lo peinó haciéndolo casi irreconocible, es una verdadera maravilla por parte de un director que supo ver más allá del estereotipo del actor, de la imagen que todos tenemos de él. Gioia, otro acierto. Su participación salpicada en el film es increíble y cuesta relacionarlo con el verborrágico cuentachistes que todos conocemos. Ni que hablar de Pablo Rago, el otrora nacido galancito de la Tv argentina que nos tira ensima una de sus mejores interpretaciones.
¿Es indudable pensar que con una buena dirección es imposible una mala actuación?, pues yo diría que al menos este film da una respuesta positiva. Desde Darín, boleto seguro al éxito, hasta el propio Javier Godino, ignoradísimo actor que interpreta a Gomez, las actuaciones son de lujo, creíbles, palpables. Evidentemente para todos habrá merecidamente un antes y un después en sus carreras actorales.
La dirección artística:
Qué genial que Campanella no se haya enfrascado en el tantas veces visto panfletariado de una época tan oscura y dolorosa como lo fue la década del '70. Aquí es bien perceptible las horrendas atmósferas que ya circulaban prediciendo lo peor, pero esta década del '70 es sólo un contexto para la historia central, no es la protagonista y realmente no hace más que aportar el detalle del porqué de la impunidad, la burocracia y la dejadez tribunalicia que sin pensar mucho aún sabemos que existe hoy en día. Sabemos que estamos ante la década del '70 no por sus dimes y diretes políticos sino porque la ambientación- desde la plasticola sobre el escritorio de Espósito hasta la camisa de Gomez o el cuadro de bebé en la casa de la ansiana inundada de carpetitas a croché sobre los muebles- nos grita en qué momento de la historia estamos. Todo un logro de Marcelo Pont, cuya página web les recomiendo visitar; sabrosísimo como nos cuenta el proceso de realización de esta década argentina. Da nostalgia, les juro, ver esos terroncitos de azúcar que chupa Rago en el bar, la botella de Old Smuggler que nombra el jefe o el fichero circular sobre el escritorio de Benjamín. ¡El teléfono negro de Entel!, el comentario de Sandoval de que hace más de un año que no le anda el teléfono y nadie se lo repara. Sí, uno está en los '70 porque Pont nos creó una máquina del tiempo.
La fotografía de Féliz Monti y la música de Federico Jusid (hijo del cineasta Juan josé Jusid) son impecables y logran darle al film esa vuelta de tuerca. A Campanella ciertamente mucho le ha dejado su paso por las series del norte.
El abuso del primer plano que a varios les ha agobiado, imprime a la narrativa el sentimiento de presencia. Uno está con los protagonistas, no se es un mero testigo. Habla Espósito y su primer plano nos convierte en Irene, habla ella y somos Benjamín. Es de destacar aquí otro de los enormes logros del film, pues en las escenas en primer plano en la época actual uno ve la caracterización del paso del tiempo sin las extremosidad de pelucas o maquillajes excesivos. La era digital se hace presente en esas arrugas que percibimos en el cuello de Irene y Benjamín o las patas de gallo en cada una de las miradas de los protagonistas."Queríamos ser muy fieles con todo" dijo Campanella. ¡Y vaya si lo logra!.
El sello Campanella
Varios le indilgan a este director su constante sentimentalismo, edulcorados guiones nostálgicos y hasta la manipulación emocional del espectador. Me fascinaría conocer en estos casos qué se entiende por "manipulación emocional" o "edulcorado". El argentino es nostálgico y llorón como un tango, reconozcámoslo, y que nos lo muestren como lo hace Campanella creo que pocos lo pueden lograr. Los deliciosos diálogos que este film guarda se perpetuarán indudablemente como aquellos de "Esperando la carroza" donde cada línea se ha convertido en patrimonio cultural, adheridos a nuestras expresiones cotidianas. Acá si hay algo que supo hacer Campanella es impregnar de sabor argentino a cada línea sin por eso hacer una película exclusiva- y cuando digo exclusiva me refiero al excluir como verbo donde las señas y simbologías pueden reducirse al localismo.
Ciertamente las oportunidades de ganar son inmensas pues de entre las nominadas, "El secreto de sus ojos" parece ser la de los contenidos y armados más Oscarizables.
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